Justiniano ha ido al entierro
de un familiar lejano
que hacía tiempo que no veía
y cuando ha llegado
ha comprobado el inmenso dolor
que su fallecimiento ha producido
ya que todo son lágrimas y suspiros
por lo que ha decidido
ayudar a todas esas personas
a olvidar el dolor de esa ausencia
pero en vez de agradecérselo
esa anticuada manada
de descerebrados enlutados
han intentado golpear a Justiniano
cuando éste con buenas intenciones
ha agarrado por la cintura
a la inconsolable viuda
y poniéndose detrás de ella
ha empezado a mover las caderas
bailando y cantando La Conga
a pleno pulmón y con ritmo sabrosón
invitando a la vez con una sonrisa
a todos los familiares y amigos
a unirse con alegría a la fila
para superar esos tristes momentos.